Tertulia Viernes 26 de Enero de
2018
PATRÍA Fernando Aramburo
Hoy la reunión es en casa
de Mercedes, tertuliana hospitalaria
Asistimos: Pilar, Vicky, Mercedes, Nieves, Graciela,
Angélica, José Antonio, Silvia y la suerte de contar con Milagros Galván, prima
de Silvia
“La alegría nunca es
grande en la casa del pobre” Faltaba, nostalgia… Maria Eugenia, Ofelia, pero la
pena no fue grande porque sabíamos que lo estaban pasando bien. Lola y María
José : os echamos de menos.
Silvia llegó accidentada ,
pero con la sonrisa puesta y… empezó la tertulia
Ensalada de endivias,
empanada, huevos rellenos, mojos. La reflexión es: que la literatura engorda
Cambiamos el orden del
día;
Empezamos con los relatos
, continuamos con la elección del libro y las palabras que darán lugar a
nuestras escrituras en el próximo encuentro
Las palabras serán: casa
y apartado
Y el libro a leer y
comentar:
De ratones y hombres
de John Steinbeck
El tema central de la
tertulia (o el pretexto) era hablar de
Patría; Fernando Aramburo y estas son
las opiniones que habéis enviado:
Angélica
PATRIA Fernando
Aramburu
El libro de Aramburu me trajo reminiscencias.
Mi primera noticia de lo que hoy llamaría una muestra del “pueblo
vasco” la tuve cuando llegó a mi aula a finales de los cincuenta una alumna
nueva. Presentación general e interrogatorio breve para la audiencia de 26
niñas. Nombre: Mertxe, Apellido:
Aurrecoetxea. Respuesta a todas las preguntas y silencio total ante la
siguiente: ¿a qué país pertenece la ciudad de donde vienes? La Hermana Berta no insistió, la hizo sentar y calló los
comentarios de las dos niñas españolas que decían: Qué bárbara! Mertxe era
vasca, inteligente y seria, mi mejor amiga de primaria.
¿Cuándo, me pregunto ahora leyendo este libro por voluntad
de la tertulia madrileña, cuándo digo, empieza una sociedad a verse a sí misma
como elegida?
Elegida, es decir;
diferente, superior.
¿Cuándo esa visión social echa raíces y se comienza a aislar
en un territorio definido?
¿Cuándo se hace necesario enaltecer los límites en que esa
sociedad se encierra al punto de morir y matar por mantenerlos “puros”?
Será en cuestión de años, claro, pero hay un momento de
inflexión, de no retorno. Y entonces, a quienes no comparten una ideología, una
manera de pensar que se extiende y conforma una presión insoportable, no les
queda más que emprender la huida.
Dice Gorka: “ Jose Mari entró en el terreno del odio puro y
duro y de un fanatismo por demás agresivo cuando encontraron en el río Bidasoa
el cadáver esposado de aquél conductor de autobuses de Donostia.” Ese fue su
momento crucial, personal. Cada protagonista del conflicto tendrá el suyo.
Don Serapio: “Es la lucha justa de un pueblo en su legítima
aspiración a decidir su destino… si desaparece la lengua vasca, ¿quién rezará a
Dios en euskera?
Patria es una historia general con varias historias de
pueblo. Principalmente la alegoría de dos visiones encarnadas en dos familias
de una pequeña comunidad vasca, descritas con detalle, tanto las familias, como
el pueblo que habitan. Los diferentes miembros de cada familia se conciben de
cierta manera girando alrededor de las pasiones y conducta de las madres. Son
madres tan similares que en algún momento de la obra se hubiesen podido
superponer los diálogos, cambiando el nombre de una por la otra.
Son dos historias ramificadas que conforman una. Una historia de incomprensión, de
justificación del odio, de creación de chivos expiatorios, y afortunadamente de
búsqueda de alivio después de la tragedia, de entendimiento y perdón.
Cada personaje tipifica a un tipo social que se va adaptando
a realidades urbanas o semi rurales.
Una familia es próspera, tiene éxito con el trabajo, los
hijos hacen carrera; el padre de familia, pequeño empresario, es el llamado más
tarde “opresor”.
La otra familia se queda anclada en un ambiente de rutina y
precariedad, uno de los hijos, susceptible de influencias, busca escape y justificación
a su situación y ve en el vecino posteriormente amenazado, al culpable de su
figura de “oprimido”.
Ambas madres son
duras y su manera de expresar afecto es escondida. Hablan como piensan, de
manera seca y negadora de cariño. No es
la tragedia volcada en cada familia la que convierte en tristes a todos, parece
haber un fondo ancestral de aceptación fatídica del dolor en el pueblo llano.
Aún en quien sale del ambiente pueblerino como el médico
Xabier: “levantó la mirada hacia la telaraña, allá arriba, en busca de buenos
momentos del pasado, que los tuvo…ahora en cambio, experimenta como una
repulsión por la alegría”.
Se va descubriendo a medida que se avanza en la lectura, el
resentimiento social y personal que envuelve al protagonista, pero el autor no
hace de ello indicación explícita en la obra.
El libro es una explicación, no de los orígenes del
conflicto vasco, sino especialmente de las consecuencias íntimas de las
acciones terroristas, tanto en perpetradores como en amenazados.
Es una evidencia de que todos han sido víctimas. El libro
incita a la curiosidad sobre los inicios del conflicto vasco, su evolución y
decadencia. La película LOBO de Miguel Courtois, aporta datos en ese sentido.
Desde el punto de
vista literario, el desarrollo en capítulos cortos permite un avance rápido de
una obra muy extensa. El autor utiliza expresiones dobles para enfatizar
emociones (“la paciencia-enojo, la paciencia-rencor”) y modifica la manera del
uso convencional del verbo para hacerlo calzar perfectamente con el ambiente
que quiere describir, (“sorbentes de sopa, masticantes de chuletillas de
cordero”) lo cual permite una imagen mental muy clara de las situaciones.
Los personajes permiten explicar las diversas aristas del
conflicto de una manera directa, mostrando las múltiples caras de un poliedro
de emociones personales y de comportamientos sociales, influenciados por la
trasmisión de una historia de nación, inserta en una situación de patria mayor,
cuyos cambios no se acaban de asimilar.
En el mundo europeo se ha avanzado desde hace décadas en la
idea de que es preferible traspasar los límites nacionales, dejar atrás una
visión obsoleta y emprender el camino de la integración, las asociaciones, los
acuerdos, los mercados comunes. Pero a pesar de los ejemplos fallidos y
dolorosos, aún pervive en algunos el concepto de pueblo elegido, diferente,
superior.
Por eso es tan importante Patria, para mirarse en el espejo de
la historia reciente del pueblo vasco y no dejar de valorar los avances a pesar
de las imperfecciones.
Aunque para muchos ciudadanos - lo vemos a diario- se hace
difícil distinguir el sueño de una sociedad mejorable, del espejismo de una
sociedad perfecta.
Ofelia (reseña
enviada por correo y que se leyó en la tertulia)
PATRIA, Fernando Aramburu.
Aramburu nació en 1959, cuando
surgió la organización ETA, que ineludiblemente, forma parte de su vida.
Una escritura fácil, envolvente,
que te va adentrando en la historia, narrada de delante a atrás y viceversa.
Continuamente va dando pistas para que el lector no se pierda.
Escrita con benevolencia, con
distancia y, a la vez, con cercanía. Describe con inteligencia y sensibilidad.
Es objetivo e imparcial. Novela mesurada y profunda, realista y equilibrada.
Trata con honradez y valentía el fenómeno terrorista. No se pueden escatimar
adjetivos…
La historia se desarrolla en 125
capítulos y cada uno de ellos puede considerarse un minirrelato, donde va
encajando piezas como si de un puzle se tratara. Son nueve los protagonistas y
cada uno de ellos dispone de tres capítulos propios, a los que se van sumando
una serie de personajes secundarios. A lo largo de la narración hay un tema
latente: la dificultad de comunicación de los vascos y retrata muy bien su
forma de ser: duros, fuertes, introvertidos, algo cerrados y obstinados.
La conversaciones cotidianas, los
sentimientos identificables… Sin querer, me recuerda la narrativa de Elena
Ferrante, precisa, con una intención clara de lo que quiere transmitir y
consigue llegar a todos y cada uno de sus lectores. No conozco a nadie que le
haya resultado indiferente o que la haya rechazado por un motivo u otro.
Años de observación, de escucha y
de reflexión es lo que leo entre líneas. La historia de una época, dura para
unos, y desconocida para otros. Un documento histórico.
Escritura serena y descripciones
magistrales. Bittori y Miren se alzan con el protagonismo absoluto, de una
sociedad matriarcal que lleva la maternidad hasta sus últimas consecuencias.
Tras una segunda lectura he
podido apreciar mejor la calidad de su escritura, desapercibida anteriormente
por la premura de la lectura, que invitaba a continuar y a no abandonar la
historia, que atrapa desde un principio.
Aquí detallo fragmentos de
descripciones y conversaciones que me han llamado la atención:
El comienzo de la novela “Ahí va la pobre, a romperse en él. Lo mismo
que se rompe una ola en las rocas…” (pág. 13)
“Buscó a continuación, más allá de los tejados, más allá de la isla y de
la línea azul del horizonte, más allá de
las nubes remotas y aún más allá, en el pasado perdido para siempre, escenas de
la boda de su hija” (pág. 13-14)
Bittori “En vez de entrar en
las tiendas, prefiere sentarse en la iglesia y practicar su ateísmo silencioso”
(pág. 17).
“Sé que es mi hija y no debería hablar así, pero ¿para qué callar lo que
siento si, aunque me calle, no voy a dejar de sentirlo?” (pág. 47).
Encuentro de Bittori con su hijo
Xabier. “Se despidieron, almas dolientes,
con frío afecto, con afectuoso frío” (pág. 101).
Miren
“Pero hablar con Ignacio, hacerle promesas, proponerle tratos, dirigirle
súplicas y reproches (hay días en que lo pone como hoja de perejil) es muy
importante para ella. Tiene con él el doble de confianza que con Joxian” (pág. 77)
Episodio en el que el sacerdote
da de comulgar a Arantxa… “Qué hacer con
el cuerpo de Cristo? Pues nada, Miren pinzó con dedos cuidadosos la oblea
húmeda y se la llevó a su propia boca. Cerró los ojos en medio d ela acera,
musitó una jaculatoria y aquella fue su segunda comunión de la jornada ¿qué
otra cosa podía hacer?” (pág. 78).
Visita de Arantxa a Xabier: “Vengo a
decirte que soy la hermana de un asesino” (pág. 101).
Xabier, en la soledad de su casa: “… en casa, un día laborable, es el horror. Aunque encienda todas las
lámparas, lo acosa una especie de penumbra que persiste adherida a los objetos
al modo de una capa de mugre tenaz y le pone una como pesadez triste en los
párpados…” (pág. 103).
Descripción de Xabier: “… Tiene fama de soso, de formal, de metido
para adentro; en fin, de lo que es, un hombre serio-serio, para qué darle más
vueltas. ¿Amigos? La cuadrilla de siempre antes que la disgregaran los
sucesivos matrimonios. No es bebedor ni fumador ni comilón ni deportista ni
montañero; pero, con eso y todo, se le tiene aprecio porque forma parte del
paisaje humano del lugar, fue al colegio con los otros, es Xabier, tan de
pueblo como el balcón del Ayuntamiento o los tilos de la plaza…” (pág.
105).
“Tiraba de Xabier con fuerza la compasión, una soga invisible que
llevaba anudada al cuello. No lo niegues. Te inspira lástima porque forma parte
íntima de tu pasado” (pág. 107).
Bittori recibe la visita de Don
Serapio… “No odies, Bittori, no odies. Le contestó con evasivas y vaguedades, dedicándole una sonrisa postiza
que le dejó una sensación gelatinosa, fría, de medusa muerta dentro de la boca”
(pág. 117).
Cuando va a la iglesia, se sitúa
con discreción y picardía “… eligió el
extremo del último banco de los del bloque de la d3erecha, por ser un sitio
desde el que se abarca con la vista todo el espacio de la iglesia, lo que le
permitiría observar a su salvo a los circundantes” (pág. 123).
La tabla de salvación para Gorka, la lectura, otra vez la lectura.
“Arantxa fue quien transmitió a su
hermano pequeño la afición por la lectura… de vez en cuando…. Le regalaba
tebeos: pasados los años, algún que otro libro. Cosa, por cierto que también
hizo con Joxe Mari, pero sin resultado. Aquí, al decir de Arantxa, vendría a
cuento la parábola famosa de la semilla y la tierra árida y la fértil. Joxe
Mari era un yermo intelectual. En Gorka, tierra propicia, germinó la pasión por
la lectura” (pág. 182).
Arantxa… “Miró sus ojos, tensa, desafiante, en espera de que comenzara la película
de sus recuerdos, el relato de su vida rota en escenas. Sí, rota, rota en
trozos de cristal a la manera de una botella que se le hubiera caído al suelo.
Y en cada añico, un recuerdo, un episodio, las sombras y las figuras dispersas
del ayer” (pág. 195).
Descripción: “El día que asesinaron al Txato llovía. Día
laborable, gris, de esos que parece que no terminan de estirarse, en los que
todo es lento, está mojado y da lo mismo la mañana que la tarde. Un día normal,
con la punta de los montes que circundan el pueblo tapada por las nubes.”
(pág. 221).
Una decisión, un cambio de planes
a última hora pueden cambiar el rumbo de nuestra vida:
“Y en el fondo, el Txato se alegró porque no le apetecía nada viajar con
tan mal tiempo y por carreteras en malas condiciones. Entonces, decisión
fatídica, adoptó el plan de siempre, el que conocían quienes tenían orden de
ejecutarlo. Llamó a Bittori por teléfono para anunciarle que iba a comer a casa, y así
lo hizo y comió y ya nunca más volvió a comer.” (pág. 223).
El carácter de Miren:
Daban por TV la noticia de la
muerte del Txato y le dice a su marido: -“No
se trata de buenas o malas personas. Está en juego la vida de un pueblo. ¿Somos
abertzales o qué somos? Y no se te olvide que tienes un hijo en la lucha. Se
levantó de la mesa, airada. Fregó los cacharros de la cena en silencio y Joxian
no se movió de su sitio…”
Miren, con la luz apagada, la voz firme, le dijo que: -Si lloras por ese, me voy a dormir a otro
cuarto.” (pág. 233)
Gorka y Arantxa sobre el futuro
de Jose Mari: “o le explota una bomba
mientras la transporta o la manipula, y tenemos funeral con ataúd envuelto en
la ikurriña, danza tradicional y el resto del programa folclórico, o lo pillan
las fuerzas de seguridad en cualquier momento. Esto último sería lo mejor para
todos: para sus víctimas potenciales, que salvarían el pellejo; para sus
parientes, porque sabríamos que dónde lo van a encerrar no causará daño ni
correrá peligro, y para él mismo, que así conocerá la soledad que ayuda a los
hombres a volverse serenos y reflexivos.” (pág. 240)
“Los dos hermanos tomaban café con pastas. Buena química fraternal.
Arantxa y Gorka siempre se entendieron” (pág. 241)
Los comienzos de
Joxe Mari y el poder de sentirse
arropado. “
Un juego de amigos, un
deporte. Vas, te arriestas, de vez en cuando te sacuden un porrazo y a vivir.
Después, en la taberna, bebes, comes y comentas con la cuadrilla, y uno nota
con una especie de cosquilleo agradable que ha contraído la fiebre que calienta
a todos y los une al calor de una causa…” (pág. 242).
Vicky
PATRIA de Fernando Aramburu
Premio Nacional de Narrativa 2017 por “la profundidad
psicológica de los personajes, la tensión narrativa y la integración de los
puntos de vista, así como por la voluntad de escribir una novela global sobre
los años convulsos en el País Vasco” (sic).
Patria, dice Mercedes, “se sitúa en los peores años del
terrorismo de ETA y penetra en la realidad de la sociedad vasca, en esa época,
en su capacidad para destruir el pensamiento racional y deshacer el más robusto
vínculo de amistad. Habla de una maldad consentida, de la complicidad del
silencio y de la señalización del que no piensa igual y su persecución hasta la
muerte. En definitiva, Patria pone de manifiesto la acción corrosiva del
fanatismo político. No toma partido, simplemente muestra la realidad vivida en
el País Vasco, a lo largo de unos años determinados.
De acuerdo con Nieves, “Aramburu describe el País Vasco como
una sociedad cerrada que se cree el Pueblo Elegido y perseguido…Además relata
muy bien la degradación de las Instituciones del Estado, aunque la situación de
la Guardia Civil y de la Policía Nacional era tremenda al tener que vivir con
el desprecio de todo un pueblo”.
Angélica insiste: “…¿cuándo empieza una sociedad a verse a
sí misma como elegida? Elegida, es decir; diferente, superior. ¿Cuándo esa
visión social echa raíces y se comienza a aislar en un territorio definido?
¿Cuándo se hace necesario enaltecer los límites en que esa sociedad se encierra
al punto de morir y matar por mantenerlos “puros”? Será en cuestión de años,
claro, pero hay un momento de inflexión, de no retorno…
La novela que “entreteje las vidas de dos familias a las que
un atentado coloca a un lado y a otro de las certezas e ideologías, dibuja tres
décadas de muerte, dolor y silencio al tiempo que se suceden los atentados de
ETA” (sic). Son dos historias ramificadas que conforman una. “Una de las
familias es próspera, tiene éxito con el trabajo, los hijos hacen carrera; el
padre de familia, pequeño empresario, es el llamado más tarde “opresor”. La
otra familia se queda anclada en un ambiente de rutina y precariedad…”.
La historia se desarrolla en 125 capítulos y cada uno de
ellos puede considerarse un minirrelato en el que van encajando las piezas como
si de un puzle se tratara. La obra, según Pilar, “se desarrolla a través de
capítulos inconexos en el tiempo que retratan de igual forma que se expanden
las ondas, cuando se arroja una piedra al agua tranquila de un estanque, así un
acontecimiento semejante afecta al entorno más cercano, en este caso las
familias, estableciendo un antes y un después del hecho. Son nueve los
protagonistas y cada uno de ellos dispone de tres capítulos propios, a los que
se van sumando una serie de personajes secundario. Como sostiene Ofelia, “la
novela es un documento histórico”.
Centrada geográficamente en un pueblo que simboliza todos
los lugares de Euskadi en esos años al igual que en dos familias que
representan a muchas de ellas. Patria es una novela precisa, exacta y redonda,
de escritura fácil y envolvente, que va adentrando al lector en una historia
narrada de adelante hacia atrás y viceversa.
Las descripciones de los entornos son tan ricas, tan
cinematográficas, que uno puede sentir los olores, colores, sabores…, incluso
ver y escuchar el mar aunque sea a lo lejos. ¿Y las comidas? Sus descripciones
hasta abren el apetito. Incluso en el cementerio piensa Bittori en llevarse
caracoles para hacerlos a la cazuela. “El día que asesinaron al Txato llovía.
Día laborable, gris, de esos que parece que no terminan de estirarse, en los
que todo es lento, está mojado y da lo mismo la mañana que la tarde. Un día
normal, con la punta de los montes que circundan el pueblo tapada por las
nubes” (sic). ¡Dios, mío, que día tan típico del Norte y que malas pasadas
juega el destino!
El lenguaje, el uso de metáforas como “la loza
enfadada” o “los taconazos coléricos” contribuye también a ver y sentir ese
entorno humano, pleno de silencios llenos de significados que cortan como
cuchillos o que demuestran una enorme falta de comunicación. Si los padres
hablasen entre sí como Miren con la imagen de San Ignacio de Loyola o como Bittori lo hace al lado de la tumba del
Txato, - nivel de comunicación que quizá no tenían cuando en vida; y con los
hijos, y éstos entre ellos, y…, quizá el conflicto del País Vasco no hubiese
sido tal en democracia o no hubiese alcanzado el nivel que alcanzó allí, en su
tierra. El silencio y la falta de empatía con el otro fueron la tónica general
a lo largo de esos años oscuros.
El lenguaje también se ve enriquecido por el uso de
ese condicional mal empleado, tan típico de los vascos y, a su vez, por el
empleo de frases cortas y contundentes que tanto les caracteriza. Con una sola
frase queda muy clara la posición de Miren: su hijo NO es terrorista, lo suyo es
la lucha armada o el título del capítulo 4: “En casa de ésos”, la de Bittori,
claro, que son los apestados.
Todo lo anterior aderezado con un toque irónico muy
profundo. Aunque, lo que despista mucho de la escritura de Aramburu es que a
veces cambia el sujeto de forma inopinada, v.g.de primera a tercera persona.
¿Es otra característica de los vascos o es que ya no existen los correctores en
las editoriales?
Un fallo muy común hoy en día: “…y le pone una como pesadez
triste en los párpados…” ¿Qué querrá decir, quizá “una especie” de pesadez.
Como dice el lingüista o es pesadez o no lo es, pero no puede ser “como
pesadez”. También se le escapa al escritor algún que otro laísmo.
¿Otro fallo? A lo largo de la novela se producen muchas
repeticiones que no vienen a cuento, es decir, que no aportan nada. Por
ejemplo, repite unas cuantas veces que en casa de Miren se come pescado frito
todas las noches y que ésta abre la ventana para paliar el olor.
Pero esta novela es un documento humano tan potente, que lo
demás no importa. Esta construida mezclando realidad y ficción. Por
ejemplo, atentados reales o su propia aparición, la del escritor como
conferenciante, cuyas palabras y opiniones reales no gustaron en su totalidad a
su público.
Digna de mención es la progresión del relato, como el
paso del tiempo y los hechos acaecidos van modificando las actitudes de los
personajes, incluyendo la de Joxe Mari que, como dice Pilar, “de etarra de
férreas convicciones, indiferente al dolor ajeno, ignorante e incapaz de objetar
los mandatos de la organización” pasa a repudiar la lucha armada y,
mentalmente, abandonar ETA.
Si la creación de ambientes es buena, la de los
personajes es brillante, sobre todo aquellas de las dos madres, tan vascas
ellas, tan fuertes, el matriarcado en su estado puro, acompañadas por unos
hombres débiles y tímidos que se refugian en sus trabajos y en sus cuadrillas.
Y esos hijos e hijas con tan poca garra, fracasados a unos niveles u otros. No
deja de ser irónico que la única persona con una minusvalía física sea la más
humana, la más generosa, la que hace prevalecer sus opiniones y sentimientos
por encima de todo.
Por cierto, también la historia de la lucha armada de ETA es
la historia de un fracaso. ¿No se supone que lo que buscaban era la independencia?
Pues ahí están, formando parte de España y viviendo con un nivel que ya
quisieran para sí otras zonas del Estado.
Sentimientos de soledad, amargura, rencor, odio,
miedo, orgullo, envidia… Y celos, celos a morir de una madre hacia la novia de
su hijo con la disculpa de que es una simple auxiliar de clínica que lo que
quiere es “cazar al doctor”.Hay envidia en esa actitud hacia el Txato y familia
porque han medrado y se han hechos ricos. Y ese sentimiento de odio tan difícil
de entender, cuando Miren piensa, al ver a Bittori acudir a la misa del pueblo
por primera vez: “Que cabronada venir aquí. Tanta paz que pedían en sus
manifestaciones y en los periódicos y, cuando por fin hay paz, no tardan ni dos
días en venir a joderla” (sic) o, cuando la misma, le dice al cura: “…somos
víctimas del Estado y ahora somos víctimas de las víctimas. Nos dan por todas
partes” (sic. ¿Qué daño puede hacerles una viuda que regresa a su casa y a su
pueblo buscando respuestas y refugio?)
Y los curas, por cierto, ese papel cobarde que jugaron en el
conflicto, haciendo de mediadores del diablo y alentando a los jóvenes a luchar
por su pueblo. Sólo recordar que durante mucho tiempo convirtieron los
entierros “católicos” en auténtico homenajes a los héroes caídos eso sí, al mismo
tiempo, no se prestaban a enterrar a los suicidas en el mismo lugar que a los
creyentes. Sin ir más lejos, un republicano refugiado en Francia, que convivió
en un piso con un etarra, fue testigo directo de la relación de éste con la
iglesia, así como de su asistencia diaria a misa.
Y, de nuevo la Literatura como refugio, como tabla de
salvación en un mundo insoportable y castrante, como espacio liberador y
enriquecedor. “Arantxa fue quien transmitió a su hermano pequeño la afición por
la lectura… de vez en cuando…le regalaba tebeos: pasados los años algún que
otro libro. Cosa, por cierto que también hizo con Joxe Mari, pero sin
resultados. Aquí, al decir de Arantxa, vendría a cuento la parábola famosa de
la semilla y la tierra árida y fértil
Armburu dice que la columna vertebral de su obra, que
empieza con la proclamación de la paz por parte de ETA, es “el perdón” y
perdonar es lo que hacen al final las dos amigas cuando, por fin, son capaces
de fundirse en un abrazo mesurado. Joxe Mari era un yermo intelectual. En
Gorka, tierra propicia, germinó la pasión por la lectura (sic).
Hablamos y discutimos Graciela, Pilar, Silvia, Nieves y yo
mismo, en general a todos nos gustó, era una obra tristemente próxima a nuestra
experiencia y loable el intentar ver aquellos años de plomo desde las dos
perspectivas
Relatos
Ángélica Kolster:
El Asunto Conejo
Tragicomedia basada en hechos reales
Se han cambiado
los nombres para proteger a los inocentes
No me pregunten por qué,
no podría dar respuesta.
Y la sé muy bien, porque
yo oí claramente el forcejeo, la amenaza y el tiro.
Yo no podía dormir y
había subido la escalera del patio de los aguacates que terminaba en el cuarto
de Teo. Según la abuela Rita, Teo era ´el todo de la casa´, expresión que cada
semana suscitaba en mi madre su sonrisa recta, levantada de cejas y ojos al
cielo.
Subí pues la escalera a
una hora impensable para mis siete años, rebelándome ante la súbita prohibición
de mi padre, tan cariñoso siempre. ¨Tu allá no vas hasta que regrese Antonio,
que vengan las Abad¨, dijo.
La luna llena era un
enorme globo iluminado por dentro, ninguna otra luz hacía falta para ver
claramente.
Llevaba mi conejo de
peluche envuelto en una camiseta de mi hermana y lo iba tirando hacia arriba y
dándole rebotes, mientras lo sostenía por una manga de su ancho vestido
prestado.
El lindero al final de la
escalera separaba las dos casas pareadas, tan parecidas y enfrentadas como las
hojas de la mitad de un libro. Era un lindero, decía mi padre, ¨para gente
honrada¨. Un pequeño muro ligeramente más alto que mis hombros.
De repente Conejo, en el
último rebote, desprendido de su suave atadura, volando por encima del muro, se
volvió a mirarme con sus dientes asomados y las orejas rosadas en punta
y…desapareció de mi vista!
Menos mal que me quedé
muda de horror, porque con cuántos Ay, Dios! se hubiera despertado Teo si yo hubiera
gritado!
Primer segundo: miré la escalera
del patio. Lo dejo ahí, pero… ¿cómo
explico la ausencia, cómo duermo sin Conejo?
Segundo siguiente: miré
la puerta del cuarto de Teo. Lo busco, pero… ¿no haré ruido, entraré sin
permiso?
Tres segundos, miré la
luna: como una atleta olímpica me impulsé con los manos, salté el muro y abrí
las piernas para hacer una caída perfecta, los pies descalzos, los brazos
levantados en uve y la camiseta de mi
hermana como una bandera de triunfo en la mano izquierda.
Al inclinarme para
agarrar a Conejo escuché en el piso bajo de la casa de al lado, a la que había traspasado
como una delincuente, un descalabro de cristales, un portazo, dos gruñidos de voces
masculinas, un grito ahogado. “Ya no hay vuelta” alguien dijo. Escuché un ruido
que asocié con un tiro, como los de las pelis de vaqueros.
Antes de que el temblor
convirtiera mi cuerpo en algo inmanejable, repetí la acrobacia de regreso, bajé
la escalera sin casi tocar los peldaños, atravesé pasillos y llegué hasta mi
cama como hacía Supermán: SUÁASSSS!
Me cubrí hasta los pelos
y -acurrucada con las rodillas en la frente- apreté mi conejo en el pecho para
que el latido no despertara a mi hermana; el peluche se movía entre mis brazos
como si el corazón fuera suyo.
Esperé temblando, nada…Recé
todo lo que recordaba confundiendo oraciones, nada…Al fin me venció el sueño.
Me despertó la voz de
Teo: “a esta niña se le pegaron las sábanas en lunes. Ay, Dios!”
En la esquina de abajo ya
estaba Laura, compañera de mi hermana, esperando el transporte escolar, pero no
llegaron las gemelas Abad.
Ese día en el colegio
entendí en carne propia la palabra “madeja”, porque así mismo tenía yo la
cabeza, llena de ideas sin coordinación, complicada, enredada. ¿Habría sido un
sueño?
Estudiamos también la
palabra “asunto” para hacer frases con las diversas acepciones; como suceso
escandaloso, como argumento de una obra, así que decidí llamar al episodio de
la noche del domingo, “el Asunto Conejo”.
En el recreo estuve
evitando a mis compañeras, pero a Belén le comenté en susurros el Asunto
Conejo, porque me ahogaba. Ella me oyó sin entender, sin atención alguna; le
importó más comerse mis galletas porque yo no tenía ganas de merienda. Caminé
hasta la fuente donde se reunían las mayores y me hice la sorda cuando mi
hermana me llamó dos veces.
A la hora de la salida
del colegio había un tono gris verdoso en el viento que movía las palmas y se
veía desde la galería una lluvia tupida por el este.
Cuando el transporte
escolar estaba por detenerse en la esquina de arriba vimos a Teo que se
acercaba con un paraguas y dos ponchos impermeables. Le dijo a Laura: corre ya a
tu casa niña, Ay, Dios! Pero a nosotras nos retuvo con su brazo. Tenía la misma
cara de susto de cuando mamá le avisó la muerte de su hermano.
Yo, sin poder avanzar por la barrera del brazo
de Teo y pegada a ella que sostenía el paraguas, pude ver al señor Abad y a su
esposa Nati, que salían de su casa sin cerrar la reja baja del jardín. Ambos
subieron, apresurados por el agua, a un coche policía.
Casi en la esquina
de abajo estaba Germán, el tío tan guapo de las gemelas, que metía en el
maletero del coche un arcón y un par de bultos muy mojados. Pude atisbar desde
allí, a través del chorreante cristal trasero, los rostros desdibujados de las
gemelas, que estarían arrodilladas en el asiento de atrás. El pelo corto y
marrón de Sara, el pelo largo y rubio de Susana.
A nuestro lado aparcó una
ambulancia sin hacer ruido, dos enfermeros bajaron por la puerta de atrás una
camilla de ruedas. Teo nos dejó en la entrada secándonos los pies y le dijo a
mi madre: por una vez podría haberse retrasado ese bendito
autobús. Ay, Dios!
Fue una tarde distinta,
mi madre nos abrazó y besó como si hubiéramos venido de una semana en casa del
abuelo, comimos solas y en silencio, mis padres estuvieron hablando en el
estudio con el tío Julio, abogado, que solamente venía en los cumpleaños. Yo, curiosa,
pensando siempre en el Asunto Conejo fui a dibujar sobre la alfombra frente a
la puerta entreabierta del estudio. Debí anotar esas palabras nuevas:
premeditado, atenuante, adulterio.
Teo estaba nerviosa,
dejaba caer todo y decía: “Cuánta gente no ha muerto por eso del honor”, Ay,
Dios!
Decía: “Qué tragedia en
esa familia, la pobre Doña Aurora”, Ay, Dios!
Decía: “Quién iba a
pensar que no era una mujer de respeto”, Ay, Dios!
A cada expresión mi madre
recalcaba con paciencia: Teo, de eso hablaremos cuando no estén las niñas. Y
Teo, como si la frase de mi madre estuviese incompleta, la terminaba: Ay, Dios!
En realidad yo estaba
aliviadísima. Si no te preguntan, no tienes que mentir.
El martes había un sol
brillante, las hojas de los jardines parecían nuevas, una que otra empleada
barría en la acera un polvo inexistente y el lechero estaba dejando las
botellas. Al caminar hacia la esquina de abajo para esperar el autobús, me
rezagué viendo un trozo de cinta plástica amarilla y negra que ponía: “polic”,
prendida de la reja del garaje de los Abad. Se movía suavemente con el viento
de la mañana y yo sentí el impulso de mover igualmente mi mano, en despedida.
La Hermana Francisca
empezó la lista sin nombrar a las gemelas; desde entonces y hasta el sexto
grado, la primera en tener que decir presente fue Arvelo Belén, a la que ni
siquiera le importó el Asunto Conejo.
Las palabras de enero:
LUCES-CICATRIZ
Que después de tantas
LUCES
Que despidieron el año
Y nos trajeron de antaño
Recuerdos tristes y
dulces
Entre viandas y entre
vinos
Celebremos las lecturas
Que nadie deba facturas
A pesar de algún desliz
Y que este dos mil
dieciocho
Graciela
No me
pregunten por qué, no podría dar respuesta porque siempre pensé que los médicos no saben nada
aunque esta vez acabé decidiéndome. Y me llegó el momento, ese que había
pospuesto más tiempo del necesario.
Me hacía la
valiente e incluso ironizaba delante de todos: ¡”Me pasan por el hule”!, con
esa sonrisa idiota de mascara de Anónimus .
Los días previos
a la intervención fueron una vorágine.
Quería estar ocupada para no pensar: Compra para que no falte de nada en
casa, comida congelada como para un asedio, lavadoras, plancha, limpiezas a
fondo, organización de papeles de banco y hasta una carta de últimas
voluntades por si….
La blanca
habitación de la crónica tan impersonal, ese baño tan frío, con el sumidero en
el suelo, sin mampara, tan poco íntimo.
Vino la
enfermera :
-Póngase
esto y métase en la cama
“Esto”, era un camisón más bien feo y abierto por
detrás, la vuelta de la enfermera para la tensión y un vasito ridículo con un colutorio para enjuagarme la boca:
-¡Si llevo
12 horas sin tomar ni agua!
Y te metes
es esa blanca cama de sábanas duras y a espera a que venga buscarte un celador que va golpeando esa cama que parece un portaviones, contra todo y tú
vas viendo pasar las luces del techo hasta el quirófano y bobamente piensas:
-¿Me quedará
cicatriz?
José Antonio
No me pregunten por
qué, no podría dar respuesta.
Cuando más lo necesitas comunica.
-Ring, Ring
Y el teléfono:
-pi pi pi…
Pienso… mejor no pienso
El telefonillo de mierda
me ha dicho
-Procederemos a avisarle
cuando la línea esté desocupada
Y luego una canción de los
Brincos
La verdad es que fui yo
quien configuró la musiquita
Nada fácil, lo recuerdo:
-Ring. Ring, Ring
(No lo coge, seguro que
está con la novia)
-Ring, Ring
(Cinco llamadas a las
11,33 de la noche y no lo coge, con lo que yo he hecho por él)
-¡Diga!
-Perdona hijo que te llame
a estas horas, pero estaba con desazón, como un picor en el alma que es el
cariño de los padres es así, que hacemos sin que nadie nos agradezca nada y
cuando duele sólo la almohada…
-¿Que quieres?
Ya entonces no me gusto la
voz de mi hijo
-
No quiero molestarte
-
No me molestas, pero mañana tengo que ir a trabajar
-
Ya, lo sé, pero el cariño de un hijo es como una cicatriz
-
¿Qué quieres?
-
Configurar el teléfono y que suene
Lola
-
¿Qué Lola!
-
“La otra noche bailando estaba con Lola”…
-Crhasss
Me colgó
Vuelvo a marcar
-Pi, pi pi
El Teléfono de la
Esperanza continua comunicando
Y ya no hay luces
encendidas en el patio
-Mañana me va a oír!
-¡Estos tampoco lo cogen!
-¡Manda huevos!